Cuando no nos gusta nuestro aspecto, o subimos de peso, solemos pensar: “¿qué estoy haciendo mal?” Quien no ha escuchado de un detox o comenzado una dieta que, al no ver un cambio radical en corto plazo, con una autoestima más baja se ha desanimado y vuelve a caer en los mismos hábitos. Pero, ¿realmente qué afecta a nuestro peso? Son muchas las aristas, las más comunes: los malos hábitos alimenticios, la genética o la disfunción hormonal.
Hablando de esta última existen muchos tipos de hormonas que pueden afectar el peso, analicemos tres de ellas brevemente.
El cortisol, es una hormona que se libera cuando estamos en un estado de estrés constante, es beneficioso cuando tenemos ante nosotros una situación de riesgo, pues proporciona la energía necesaria para huir o luchar ya que, aumenta la glucosa en sangre y reduce el riego sanguíneo a órganos no indispensables para la supervivencia inmediata como el estómago generando una sensación de “vacío”, si esta hormona está en nuestro sistema por largo tiempo, puede llevarnos a la ingesta constante de alimentos y, al incremento en nuestro peso además de afectar seriamente nuestra salud (influye también en el sistema inmunológico, la respuesta inflamatoria y la regulación de la presión arterial). Por lo tanto, es bueno preguntarnos ¿qué emociones tengo que deseo gestionar con la ingesta de alimentos?
Otra hormona muy relacionada con el aumento de peso es la insulina, esta, es “la llave” que abre en las células la puerta para la entrada de glucosa (azúcar) y produce energía para el día. No obstante, si hay un aumento desproporcionado de glucosa en la sangre por el alto consumo de calorías, el páncreas se ve en la necesidad de producir más cantidad de insulina. A causa de esta demanda desmedida, el proceso de producción de insulina no se efectúa bien y, como resultado, la glucosa no entra correctamente a las células y queda en el torrente sanguíneo. A esta afección se le llama “resistencia a la insulina” la cual es muy común en los pacientes con sobrepeso.
Allí no termina todo, cuando nuestro cuerpo detecta que no entra glucosa a la célula, intenta compensar la supuesta pérdida de glucosa con una sustancia llamada glucagón. Esta sustancia es normal liberarla en estado de inanición (cuando no se come), por ejemplo, mientras estamos dormidos en la noche. Sin embargo, una persona que no produce insulina correctamente podría estar produciendo glucagón en cualquier momento del día, lo cual, es negativo porque se estaría produciendo una gran cantidad de azúcar en la sangre y, a su vez, se aumenta el tejido adiposo (aumento de tejido graso) y la liberación de ácidos grasos en la sangre.
Por otra parte, cuando la glucosa no entra a la célula no se produce ATP, la moneda metabólica que nos da energía y, como resultado, nos sentimos fatigados durante el día. Además, este aumento de glucosa, nos puede llevar fácilmente a sufrir diabetes tipo II, teniendo picos de hiperglucemia (aumento del azúcar en sangre) en los que podemos experimentar: hambre, pues la célula necesita compensar la falta de energía; mareos, sudor frío, sed en exceso y ganas de eliminar orina constantemente. Esto se convierte en un círculo vicioso interminable donde terminamos sufriendo de sobrepeso. Otras afecciones son: congestión del hígado, deterioro cognitivo, aumento de la presión arterial, problemas cardíacos y renales, entre otras patologías. Y, desafortunadamente, muchas personas no sienten síntomas hasta estar muy afectados.
En Salud Vital Medicina Alternativa, ofrecemos un plan integral para las personas que sufren de sobrepeso. Identificamos el origen de la patología en cada paciente, sea esta de carácter emocional, hormonal o genético y trazamos un plan personalizado apoyado en medicina complementaria y un seguimiento con tecnología estética para llegar al peso ideal.
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